En la densidad de la noche, los graznidos se diluyen en tu
respiración pausada.
Las voces que no hace mucho retumbaron en mis sienes, se
silencian y deshacen entre las cálidas sábanas.
Somos dos extraños que se buscan a tientas en la oscuridad, aguardando
que las pupilas se dilaten para regalarnos el milagro de una visión pseudo
felina.
Y como gatos en el preámbulo de una historia no narrada, la
piel se eriza y los quejidos se confunden y fusionan para crear la deliciosa
melodía que envuelve el ritual crepuscular.
Son las ansias de permanecer en tu aliento, las que me
mantienen sumergida en una paz inquietante.
Son tus manos delicadas y suaves, que restringen toda razón,
para hacerme flaquear ante tus más básicos deseos. Porque mi voluntad es apenas
una conjetura a esas alturas de la madrugada.