El agua caliente provoca un leve descenso en su presión arterial, al tiempo que quema su piel. Unos cuantos minutos y se acostumbra a la sensación de ardor, tal como alguna vez lo hizo con las frases denigrantes e insensatas. Le duele bastante menos estar sumergida en el infierno de un baño de tina que en la prisión de una mente enferma, tornándose extrañamente placentera la quemadura generada por el líquido espumoso en contacto con su cuerpo.